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Al Borde de Entrar en Guerra

      En las últimas semanas, Estados Unidos ha estado al borde de entrar en otro conflicto/guerra, esta vez con Irán. La relación entre Estados Unidos e Irán es muy frágil después de incidentes recientes en el Medio Oriente. Y, otra área importante de preocupación, los EE. UU., bajo la administración actual, pidieron poner in marcha nuevos esfuerzos para deportar a inmigrantes indocumentados, incluyendo a las familias. Desde entonces, el Presidente ha pospuesto esta acción durante dos semanas, invitando al Congreso a colaborar y llegar a un cuerdo de inmigración.

      Ambos eventos y sus ramificaciones deben hacernos parar y pensar como personas de fe. Debemos considerar lo que las enseñanzas de Jesús y la doctrina de la Iglesia nos dicen acerca de la guerra y la inmigración. En efecto, la enseñanza de la iglesia nos dice lo siguiente: El quinto mandamiento condena la destrucción voluntaria de la vida humana. A causa de los males y de las injusticias que ocasiona toda guerra, la Iglesia insta constantemente a todos a orar y actuar para que la Bondad divina nos libre de la antigua servidumbre de la guerra. (Catecismo de la Iglesia Católica, (CIC) n. 2307).  La Iglesia reconoce el derecho de las naciones soberanas a defenderse, pero sobre todo la Iglesia enfatiza la necesidad de construir y guardar la paz.  (Lea numero 2302-2330 de CCC para mas enseñanzas.)

      Con respecto a la inmigración, hay dos necesidades que deben estar equilibradas: las de los inmigrantes y las de la nación soberana. La iglesia enseña: Las naciones más prósperas tienen el deber de acoger, en cuanto sea posible, al extranjero que busca la seguridad y los medios de vida que no puede encontrar en su país de origen. Las autoridades deben velar para que se respete el derecho natural que coloca al huésped bajo la protección de quienes lo reciben…El inmigrante está obligado a respetar con gratitud el patrimonio material y espiritual del país que lo acoge, a obedecer sus leyes y contribuir a sus cargas. (CIC, n. 2241)

      Además, los que buscan asilo son considerados "refugiados". La Iglesia enseña: “Los refugiados…deberían gozar de los mismos derechos que éstos, incluyendo la libertad de movimiento y el derecho al trabajo. Además, les corresponde el reconocimiento como persona jurídica y el derecho a una protección legal equitativa, con libertad de pensamiento, conciencia y religión, (“Acoger A Cristo En Los Refugiados Y En Los Desplazados Forzosos,” n. 61; Pontificio Consejo para la pastoral de los Emigrantes e Itinerantes).

      La Iglesia valora el trabajo del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) con respecto a los solicitantes de asilo. Si bien ya existen acuerdos internacionales, la Iglesia invita a las naciones a fortalecer aún más estos acuerdos.

Paz, Pr. Andy