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Vivamos Siempre Alegres

Este fin de semana es el tercer fin de semana de Adviento en el que estamos invitados a “alegrarnos”. La segunda lectura nos da el tema: Vivan siempre alegres, oren sin cesar, den gracias en toda ocasión, pues esto es lo que Dios quiere de ustedes en Cristo Jesús. No impidan la acción del Espíritu Santo…” (1 Tess 5:16-19).

No apaguemos el Espíritu, para que podamos encontrar luz y vida, lo que penetra las tinieblas del sufrimiento, la preocupación, la depresión e incluso la muerte. La voluntad de Dios para nosotros es que encontremos razones para regocijarnos, porque el Espíritu de Cristo Jesús está en nosotros. Ya sea en las buenas o las malas, en la enfermedad o en la salud, en tiempos de prosperidad o necesidad, la verdad permanece: ¡Dios está con nosotros! Emmanuel.

Hablando de Emmanuel, ahora he anticipado el cambio de enfoque durante la segunda parte de Adviento. La segunda parte comienza en la octava antes de Navidad, el 17 de diciembre. Ese día comenzamos a anticipar la solemne celebración de la primera venida de Cristo en la Encarnación, la Natividad del Señor, nuestro Salvador. ¡Dios está con nosotros, Emmanuel!

El Dios-hombre, Jesucristo, vino al mundo en forma humana y semejanza para redimirnos y mostrarnos no sólo cómo es Dios, sino cómo debemos ser cuando somos plenamente humanos. Cuando expresamos la humanidad completa que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús, ¡somos completamente redimidos y sin pecado! Emmanuel, Dios con nosotros, hace posible que nos levantemos por encima del pecado y la muerte para que seamos plenamente humanos.

El Adviento y la Navidad nos dan la oportunidad de crecer y acercarnos a la perfección de nuestra humanidad que está en Cristo Jesús. Así que, más que un recuerdo de su nacimiento, el Adviento y la Navidad nos dan un conocimiento más profundo del Cristo que está vivo en y entre nosotros. ¡Con este Cristo nos estamos volviendo plenamente humanos, lo que nos hace casi divinos!

En la Eucaristía buscamos compartir la divinidad de Cristo que participa en nuestra humanidad. Al recibir el Cuerpo y/o la Sangre de Cristo, llegamos a ese lugar y momento donde estamos en el proceso de llegar a ser perfectos, de ser enteros. Nos volvemos “completos” no sólo como individuos, sino como comunidad. Juntos, en comunión, expresamos la plenitud del Cuerpo de Cristo. ¡Para ello, VIVAMOS SIEMPRE ALEGRES!

Paz, Padre Andy