El Perdón Conduce al Cambio
He predicado recientemente acerca del Dios que Jesús nos revela. Los textos evangélicos del tercer y cuarto domingo de Cuaresma (Ciclo C) nos hablan de Jesús mientras predica que Dios no es un Dios castigador y disciplinario, sino claramente un Dios indulgente perdonador. Dios no quita la vida de acuerdo con nuestra culpa (Lucas 13,1-9), ni Dios quiere que permanezcamos distanciados, o separados, de Dios (Lucas 15,11-32). Dios quiere que tengamos vida, y que tengamos vida en plenitud y eternidad.
Sin embargo, algunas personas me han preguntado si hay alguna consecuencia por nuestros pecados. ¿Podemos hacer lo que queramos, y más tarde, si nos sentimos culpables, simplemente le pedimos a Dios que nos perdone y, eso lo arregla todo? Hay una vida moral, una vida plena y digna a la que estamos llamados. En ese tipo de vida hay una verdadera felicidad que perdura. Es una vida en la que Dios nos invita a amar bien de acuerdo con nuestras capacidades y con respecto a nuestras limitaciones. Necesitamos ser capaces de ver y saber que la felicidad real, profunda y duradera solo es posible cuando vivimos la vida moral y recta. Jesús el Cristo es nuestro modelo. Siguiendo el ejemplo de Jesús podemos hacer el bien y evitar el mal.
Desafortunadamente, nos hemos permitido creer en un Dios falso que es violento, caprichoso y cruel. Hemos aprendido que, “¡Dios te castigará!” Hemos aprendido acerca de este Dios enojado mejor de lo que hemos aprendido acerca de cómo vivir y amar en el mundo de hoy, como cristianos. Con demasiada frecuencia hemos aprendido y enseñamos a nuestros hijos pequeños que Dios se enoja cuando pecamos y está preparado para castigarnos, a MENOS que nos arrepintamos. Tal enseñanza es el comienzo de un ciclo enfermizo que nos lleva a creer más profundamente a una imagen disfuncional de Dios.
Más bien, los invito a ver el mantra a continuación: ¡Dios perdona! ¡Arrepintámonos! Dios comienza el cambio que necesitamos. Nuestra respuesta puede ser liberadora. ¡El arrepentimiento es liberador y trae felicidad! La felicidad no es el resultado de ganar, derrotar a otros, o tener más que nuestro prójimo, etc. La felicidad es el resultado de amar de verdad (ver arriba) al modelar una vida como la de Cristo. La felicidad se encuentra en las buenas relaciones, no en las riquezas.
El Evangelio de este domingo trata sobre la mujer pecadora a quien Jesús no condena. En cambio, él le ordena que no peque más. Él la respeta y ve su bondad de tal manera que encuentra una manera de protegerla de aquellos que piensan que ella merece su castigo y el de Dios. Jesús ve otro camino. El perdón conduce al cambio.
¡Dios perdona! ¡Arrepintámonos!
Paz, P. Andy