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Autor: Aidee Boesen

Seamos Como Cristo Por El Bien De Los Demás

La fiesta de hoy, el Bautismo del Señor, marca el final de la temporada navideña y el comienzo del tiempo ordinario. Durante el Adviento y la Navidad hemos reflexionado sobre las esperanzas y la anticipación de las personas de la antigüedad. Buscaron un Mesías y un Salvador. Y oímos de cómo varios personajes inesperados llegaron a verlo: pastores y reyes- magos. Al escuchar las historias y recordar la vida de Jesús en la Eucaristía, hemos fomentado las esperanzas y alentado las expectativas para nosotros mismos en este tiempo actual, en el que Dios viene a estar cerca del mundo creado.

La siguiente fase del año de la Iglesia es reflexionar sobre el ministerio de Jesús. Escuchamos su enseñanzas y vemos sus acciones entre la gente de su tiempo. Podemos ver que no es sólo un discípulo de Juan el Bautista, sino que enfatizó la presencia del Reino de Dios, el Reino de los Cielos.

Pero, no debemos pensar que Jesús sólo estaba hablando de un reino que encontraríamos después de la muerte. Jesús está predicando para el reconocimiento del “cielo en la tierra.” Cuando nos perdonamos los unos a los otros, aceptamos a los demás como hermanas y hermanos, buscamos la paz y la reconciliación unos con otros, y ponemos fin a la envidia que parece gobernar el mundo, entonces estamos experimentando la presencia del reino de Dios aquí y ahora. Eso es lo que Jesús predicó y vivió. Es lo que Jesús quiere que vivamos.

La Eucaristía es el Sacramento de la Unidad y de la Reconciliación por el cual recordamos intencionalmente la obra salvífica de Jesucristo. Con nuestra participación en la Eucaristía nos involucramos más en la vida de Cristo mismo. Tenemos el potencial de llegar a ser aún más semejantes a Cristo por el bien de los demás. Que entremos activa y conscientemente en la Eucaristía, escuchando las Escrituras, orando y recordando que somos el Cuerpo de Cristo.

¿Recibimos la gracia plena del Sacramento de la Eucaristía si sólo recibimos el Cuerpo o la Sangre de Cristo y no ambos? La respuesta es “¡Sí!” Recibir sólo una forma de comunión lleva la plenitud de la gracia del Sacramento. Si bien es cierto que, cuando es posible, recibir ambas especies nos ayuda a apreciar y valorar la plenitud del sacrificio de Cristo, ya sea el Cuerpo o la Sangre de Cristo es suficiente.

Paz, Padre Andy