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Autor: Aidee Boesen

¡La liberación del Señor está cerca!

La noticia de que hay un par de vacunas para COVID-19 que están casi listas para la producción y distribución es una gran manera de terminar el año de la iglesia y comenzar uno nuevo. Con esa noticia comenzamos la temporada de Adviento este año, la temporada de esperanza y expectativa.

Sin embargo, siempre hemos tenido razones para esperar independientemente del “advenimiento” de vacunas eficaces. ¡Dios vive! ¡Dios salva! ¡Dios es misericordioso y amoroso! Las promesas de Dios permanecen. Por eso tenemos esperanza.

A lo largo del mes de noviembre, he vuelto a leer un texto de las Escrituras que sólo se escucha alrededor del Jueves Santo y el Viernes Santo, y ocasionalmente se utiliza en las liturgias para funerales. El Libro de las Lamentaciones 3:17-26 es uno de esos textos bíblicos que nos sirve muy bien. El escritor se lamenta expresando su pesar y el de toda la comunidad que ha sufrido la destrucción y exilio de Jerusalén. El libro es oscuro o tenebroso con imágenes de tristeza y aflicción, excepto por algunos versos en el texto citado anteriormente. En medio de este libro de cinco capítulos, en medio del tercer capítulo, como un punto de pivote, es el siguiente: “Pero yo lo recuerdo, lo recuerdo y me quedo abrumado. He aquí lo que sugeriré a mi corazón para cobrar confianza: Las bondades del Señor no se han acabado, ni se han agotado sus misericordias. Nuevas son cada mañana, grande es su fidelidad. “¡Mi porción es el Señor!”, yo me digo; por eso en él espero. El Señor es bueno para el que en él confía, para el alma que lo busca. Bueno es esperar en silencio el socorro del Señor.” (Lamentaciones 3, 20-26).

Durante meses, una y otra vez, hemos aguantado el coronavirus en sí, el creciente número de infectados y moribundos, la pérdida de nuestra idea de “normal”, etc. Sin embargo, nuestra fe nos invita a “hacer memoria” de las misericordias persistentes del Señor, la fidelidad de Dios, (v. 21-22). En efecto, después de gritar al Señor, nos atrae el reconocimiento del autor de que “es bueno esperar en silencio la liberación del Señor” (v.26). Después del llanto y desesperación en las tinieblas, por el silencio, descubrimos que Dios está cerca, ¡y siempre ha estado cerca!

En la estación del Adviento, compartamos nuestras razones de esperanza el uno con el otro. Compartamos nuestra fe a través de buenas obras, comunicación cordial y oraciones reflexivas. ¡La liberación del Señor está cerca!

Paz, Padre Andy