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Autor: Aidee Boesen

Oremos por los “extranjeros”

El Papa San Juan Pablo II habló y escribió significativamente sobre la respuesta pastoral requerida hacia los inmigrantes y aquellos que buscan asilo. Basó sus enseñanzas en el texto de Mateo 25:35: “Cuando era forastero, me recibieron”. El Papa Francisco, con igual persuasión y credibilidad, ha tratado de elevar la conciencia de los pueblos del mundo sobre la difícil situación de los refugiados y migrantes. En la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado en septiembre pasado, dijo: “A la luz de lo que hemos aprendido en las tribulaciones de los últimos tiempos, estamos llamados a renovar nuestro compromiso de construir un futuro que se ajuste cada vez más plenamente al plan de Dios de un mundo en el que todos puedan vivir en paz y con dignidad”. (del mensaje del Papa Francisco para la 108ª Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, 25 de septiembre de 2022)

La Iglesia Católica tiene una enseñanza bien fundamentada, basada en la fe y compasiva sobre los derechos de los inmigrantes y los derechos y deberes de las naciones soberanas. De la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos: “El Catecismo Católico instruye a los fieles que el buen gobierno tiene dos deberes, los cuales deben llevarse a cabo y ninguno de los cuales puede ser ignorado. El primer deber es acoger al extranjero por caridad y respeto a la persona humana. Las personas tienen derecho a inmigrar y, por lo tanto, el gobierno debe acomodar este derecho en la mayor medida posible, especialmente las naciones financieramente bendecidas: “Las naciones más prósperas tienen el deber de acoger, en cuanto sea posible, al extranjero que busca la seguridad y los medios de vida que no puede encontrar en su país de origen. Las autoridades deben velar para que se respete el derecho natural que coloca al huésped bajo la protección de quienes lo reciben.” (El catecismo de la iglesia católica, n. 2241.)

“El segundo deber es asegurar la frontera y hacer cumplir la ley por el bien común. Las naciones soberanas tienen derecho a hacer cumplir sus leyes y todas las personas deben respetar el ejercicio legítimo de este derecho: “Las autoridades civiles, atendiendo al bien común de aquellos que tienen a su cargo, pueden subordinar el ejercicio del derecho de inmigración a diversas condiciones jurídicas, especialmente en lo que concierne a los deberes de los emigrantes respecto al país de adopción. El inmigrante está obligado a respetar con gratitud el patrimonio material y espiritual del país que lo acoge, a obedecer sus leyes y contribuir a sus cargas,” (El catecismo de la iglesia católica, n. 2241).

Oremos por los “extranjeros” que son nuestras hermanas y hermanos que vienen a este país en busca de ayuda y alivio.

Paz, P. Andy