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Autor: Aidee Boesen

Dios nos está castigando?

El artículo que escribí la semana pasada concluyó con la afirmación de que Dios no nos envió COVID-19, ni Dios crea racistas. Permítame continuar.

Los científicos admiten que los virus los desconciertan. Entre los muchos miles de millones de virus que existen la mayoría son inofensivos, pero, algunos son mortales para los seres humanos y/o los animales, y los remedios y vacunas son pocos. A medida que estudian estos virus, también están tratando de determinar si pueden manipularlos para algún bien, para beneficio de la salud humana, no para la enfermedad. Estos científicos quieren encontrar todos los beneficios posibles que pueden dar los virus. Tal vez los virus son como bacterias: algunos buenos, otros malos. Hay bacterias que consumen carne humana – ¡malo! Hay otras que consumen productos de desecho de petróleo – bueno! Los humanos deben tratar de colaborar con la naturaleza para el bien.

Con todas las incógnitas sobre los virus, y con todo lo que creemos acerca de Dios que es amoroso, misericordioso, compasivo y indulgente, ¿por qué creemos que Dios nos está castigando, o tratando de enseñar algo con el COVID-19?

¿Por qué la gente es racista? Hay múltiples explicaciones, pero una de esas explicaciones NO es que Dios las creó! El racismo se aprende. En última instancia, el racismo es un signo de debilidad humana, no de fuerza. Pensar que alguien o algún grupo posee características como parte de un grupo racial, étnico o nacional para distinguirlos como inferiores o superiores es racista. Es pecaminoso.

No nacemos como personas racistas. Nos enseñan explícitamente otras personas cuyas opiniones valoramos, o implícitamente al ver y escuchar cómo se comportan los demás. Como cristianos creemos que Dios nos creó con dignidad y tal dignidad nos hace iguales. Hay muchos rasgos que poseemos que nos diferencian, pero en los ojos de Dios nuestro valor como humanos es el mismo.

Podemos desaprender actitudes y comportamientos racistas y perjudiciales, pero sería mejor si nunca los aprendiéramos. La inocencia de un niño debe ser respetada y tratada con cuidado. Bromas racistas, referencias, apodos feos, etc. todos contribuyen a que un niño se vuelva como los adultos que lo formaron.

Historia verdadera: un niño de 5 años estaba orgulloso de que su papá condujera un camión de entrega de UPS. Un día un camión de UPS dio vuelta en su calle. El niño estaba emocionado porque, “¡Podría ser papá!” Cuando el camión pasó frente al niño el se puso triste. No era su papá. Dijo: “No, no es él. Mi papá es calvo, no como ese señor.” Su madre puso su mano en su boca sorprendida. ¡El conductor tenía la cabeza llena de pelo, y era negro! Su familia era blanca.

Paz, Padre Andy