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Autor: Aidee Boesen

Una Tragedia Global

El número de personas infectadas y que han muerto de COVID-19 es asombroso. El mundo entero ha movilizado grandes recursos para combatirlo. Algunas personas han planteado una pregunta: cada año millones de embarazos terminan en aborto, ¿por qué no se movilizan los recursos para terminar esta tragedia global? En los últimos años se han abortado entre 40 y 50 millones de bebés, anualmente, en todo el mundo. Esto es aproximadamente 125,000 abortos por día. El aborto afecta tanto a la familia inmediata como a otras personas. Entonces, la pregunta es: ¿estamos movilizándonos lo suficiente contra la tragedia del aborto?

Mi respuesta cuando se me pregunta por qué hay tanta emoción y pasión por extinguir una pandemia inesperada, por un lado, y por qué tenemos medidas ineficaces para poner un fin a la tragedia del aborto por el otro, es que nuestro amor es inconsistente. Llegamos a este momento, con sus desafíos únicos, algo desprevenidos. Debemos comenzar temprano en la vida de un niño para ayudarlos a llegar a ser adultos con un profundo respeto por el don de la vida, de ellos mismos y de los demás. No podemos enseñar respeto por la vida y al mismo tiempo mostrar actitudes racistas, enseñar violencia como solución a los desacuerdos, o condenar a los pobres por su pobreza, etc. Debemos enseñar a nuestros hijos el respeto por uno mismo y por los demás como un hábito que practicamos a diario y como valor cristiano. Solo así, podremos esperar que en su vida adulta apliquen estos principios cristianos amorosos y respetuosos al mundo en el que viven.

El mandamiento fundamental de Dios es amar a Dios sobre de todas las cosas, y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. El ministerio de Jesús incluía a los “excluidos” y a los apóstoles predicando a las personas en los confines de la civilización conocida, a los forasteros. Todavía hoy, demasiada gente de fe no está convencida de aceptar al prójimo y abandonar los prejuicios. Entonces, cuando se trata del aborto, algo sobre lo que Jesús nunca enseñó explícitamente, ¿cómo podemos enseñar a los niños a respetar la vida, toda la vida, cuando tantos adultos claramente no respetan la vida demostrando esto con sus acciones y palabras racistas?

Estoy diciendo que el pecado de racismo está en el mismo nivel del aborto. Estoy diciendo que para muchas personas el valor de respetar la vida no tienen una visión amplia del futuro. Stanley Hauerwas, teólogo moral, dice que tenemos que dejar de hablar de embarazos “deseados y no deseados”. ¡Tenemos que hablar de qué tipo de personas necesitamos ser para dar la bienvenida a los niños en el mundo! Necesitamos ser personas que estén listas para amar, respetar y cuidar de ese niño y estar preparados para enseñarle cómo amar, respetar y cuidar de ella/él mismo y de los demás, como Jesús nos enseñó. Tal respeto por la vida es duro, necesario y transformador.

Debemos luchar contra las enfermedades, el racismo y proteger la vida al mismo tiempo. Podemos lograrlo.

Paz, Padre Andy