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Autor: Aidee Boesen

Protejer la Libertad Humana

     ¡Arrepiéntete, y cree en el Evangelio! Hay católicos que piensan que los líderes de la iglesia no dan una audiencia justa al capitalismo. Como alguien que escucha a los líderes de la iglesia, no estoy de acuerdo.

     En la encíclica Centisimus Annus (1991), no. 42, San Juan Pablo II escribió lo siguiente acerca de si el capitalismo puede ser una forma de construir economías y sociedades… Centisimus Annos (1991), no. 42 Si por «capitalismo» se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana [el énfasis mio] en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva… Pero si por «capitalismo» se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa…”

     Me suscribo a lo que dice San Juan Pablo II en Centisimus Annus. Él no descarta el capitalismo como malvado, ni como perfecto. Los capitalistas buscan mercados libres, pero John Paul dice que deben hacerlo con una medida de protección de la salud, la seguridad y el bienestar general de la comunidad humana. Sin tales protecciones, la codicia de tener ganancias puede, por ejemplo, perjudicar a los trabajadores y los residentes locales que están cerca de las fábricas u otras partes en las que ellos tienen interés. El Papa advierte que el capitalismo debe estar regulado por "un marco jurídico muy fuerte" que proteja la libertad humana.

     La enseñanza social católica, mediante la cual podemos afirmar y juzgar las filosofías económicas, toma en cuenta que las economías están para servir a la "libertad humana". La producción de bienes y servicios públicos, salarios justos para los trabajadores y beneficios razonables para los propietarios son buenos resultados. Aún así, cada plan de negocios debe guiarse por los principios morales que sirven al bien común. El bien común incluye la protección del ambiente en el que vivimos, así como otros valores. El Papa Francisco enfatizó esos principios ambientales en su encíclica Laudato Si.

     Para todos aquellos trabajadores, contribuyentes, empresarios y dueños de negocios que contribuyen a la sociedad por sus esfuerzos para producir bienes y servicios útiles, todos podemos estar agradecidos. Los inventores y los inversores han sido en gran medida un beneficio para la sociedad. Aún así, debemos tener en cuenta un sentido holístico del bienestar de la sociedad a medida que medimos y evaluamos los resultados de los esfuerzos capitalistas. ¡Arrepiéntete, y cree en el Evangelio!

Paz, Padre Andy