Decir Perdon No Es Suficiente
Cuando era un niño rodeado de todas mis hermanas y hermanos, aprendı́ a reconocer cuándo me habı́a pasado de mis lı́mites. Molestaba a mis hermanas sin cesar. No las molestaba para ser chistoso. Las molestaba o
les hacia bromas para que se sintieran mal. Las molestaba hasta que estaban a punto de llorar. Yo "las intimidaba" a ellas. Mis padres me disciplinaban regularmente. Yo necesitaba aprender mi lección.
Como fui madurando, me di cuenta de cuanto mal hice. Si yo estaba bromeando y una de mis hermanas empezaba a llorar, sabı́a que estaba en problemas. Les pedıa que no le dijeran a nuestros padres. Yo les dije una y otra vez: "Lo siento. Lo siento. Lo siento…" Les estaba rogando que no dijeran a mamá y a papá. En cierto modo fue como la lectura del Evangelio del domingo pasado "¿Cuántas veces debo pedir perdón, siete veces?" Pero no necesariamente habı́a aprendido mi lecció n. Sabı́a que estaba equivocado, pero sólo querı́a protegerme de recibir un castigo. No habı́a aprendido contrición.
Aprender a "decir" que lo sentıa no fue un resultado de estar realmente arrepentido. Yo era egoı́sta y sólo querı́a evitar las consecuencias negativas. No habı́a aprendido a cambiar mi corazón, a cambiar mi comportamiento, ni a cambiar mi relación con mis hermanos.
En el Sacramento de la Reconciliación buscamos un cambio de corazón. Ese cambio es el deseo de Dios para nosotros. Dios quiere que nos reconciliemos antes de que lo pidamos. En última instancia, nuestro objetivo es estar al unı́sono con toda la comunidad de creyentes. Las burlas, las palabras duras, el abuso fı́sico, la deshonestidad y la falta de respeto a las que recurrimos cuando pecamos, no se lavan sólo orando a Dios por el perdón. También debemos dejar que la gracia del poder perdonador y curativo de Dios cambie el mundo y las personas que hemos dañado por nuestro pecado. Debemos buscar ser uno de nuevo con la comunidad.
La reconciliación plena no es só lo "sentirse mejor" después de "sentirse mal" sobre lo que dijimos o hicimos. La reconciliación es más que un sentimiento. Es una transformación y es comunal. Cuando somos reconciliados por la gracia de Dios y valoramos lo que ha sido transformado en nosotros, entonces reconocemos que necesitamos cambiar nuestras relaciones en la comunidad. Debemos relacionarnos con mayor respeto, gentileza, honestidad y amor. ¡Reconciliémonos unos con otros!
(Hoy, mis hermanos y yo estamos todos reconciliados, creo.)
Paz Fr. Andy