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Autor: Aidee Boesen

Nuestros Miedos No Nos Mantienen Prisioneros

Nacemos con sólo dos miedos – miedo a caernos y el miedo a los ruidos fuertes. Todos los demás temores son aprendidos. De hecho hable de esto durante un sermón que di recientemente sobre el Evangelio que dice: “No temas más, manada pequeña, porque a nuestro Padre le ha placido darnos el reino” (Lucas 12:32). Como usted sabe, en el reino de Dios, nuestros miedos no nos mantienen prisioneros. Podemos ser sanados y tener perdonados nuestros odios y temores.

Yo no recuerdo que mis padres hablaban de una manera racista. Sé que he oído otros adultos hablar de esa manera. Yo era consciente de lo que ha ocurrido atreves de la historia. He leído libros sobre la esclavitud, Abraham Lincoln, Booker T. Washington, George Washington Carver, la Guerra Civil, el movimiento de los derechos civiles, etc. Yo sabía sobre el racismo, pero yo no recuerdo haber odiado o haber sentido miedo de gente de otra raza, nacionalidad o religión. De hecho, amigos de nuestra familia a menudo hospedaban a jóvenes que venían a Wisconsin para estudiar de otros paises. Desde joven me encontré con adolescentes y adultos de Japón, México, Noruega, etc. Nadie me dijo que debía temer porque ellos hablaban con acento, adoraban a Dios de manera diferente que yo, o porque su piel era de un color diferente a la mía.

Agradezco a mis padres y otros adultos por no enseñarme a ser racista, o a tener miedo de aquellos que son diferentes a mí. Yo he aprendido de ellos, y luego tuve mis propias experiencias y relaciones de las que he aprendido. Y, por favor, no me malinterpreten, no quiero descartar los que sí tienen miedos/fobias con que lidiar. Les deseo lo mejor a medida que enfrentan esos temores y /u obsesiones y buscan su propia libertad. Creo, profundamente, que Dios desea para nosotros que seamos liberados del temor.

Aun así, el reto es buscar la purificación de nuestros miedos, nuestras tendencias racistas, y los odios que se derivan de tales temores. Los abuelos, los padres y otros adultos deben tener cuidado de cómo le están enseñando a sus hijos a participar abiertamente con los demás, teniendo el deseo de aprender. Hay que evitar la enseñanza de que algún daño o mal cometido por una persona de color, o alguien de otro país o de otra fe religiosa, automáticamente hace que todas las personas de ese color, país o religión sean sospechosas.

No hay que enseñar, y algunos de nosotros tenemos que "desaprender" el racismo. Debemos de ser como Cristo, centrados en Cristo. "No temas más, manada pequeña…"

Paz, Fr. Andy