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Autor: Aidee Boesen

Eucaristía El Uno Para El Otro

Hace un año escribí una declaración muy breve en respuesta a una pregunta sobre la Eucaristía. Después de distribuir la Sagrada Comunión bajo ambas especies de pan y vino durante tanto tiempo en St. Willebrord, la gente tenía preguntas sobre recibir solo el Cuerpo de Cristo debido a las preocupaciones sobre COVID y compartir un cáliz con muchas personas.

                Vea lo siguiente:

     ¿Recibimos la gracia plena del Sacramento de la Eucaristía si sólo recibimos el Cuerpo o la Sangre de Cristo y no ambos? La respuesta es “¡Sí!” Recibir sólo una forma de comunión lleva la plenitud de la gracia del Sacramento. Si bien es cierto que, cuando es posible, recibir ambas especies nos ayuda a apreciar y valorar la plenitud del sacrificio de Cristo, ya sea el Cuerpo o la Sangre de Cristo es suficiente.

Por lo tanto, si por alguna razón sólo pudiéramos ofrecer la Sagrada Comunión a través de la Sangre de Cristo, allí también recibiríamos la gracia completa del Sacramento. La explicación anterior es válida para ambas situaciones.

Además, durante el último año escribí y hablé con frecuencia sobre el valor y el significado de la Eucaristía. También hice hincapié en la importancia de participar en la Eucaristía como sacramento, y luego vivir la Eucaristía como un signo sacramental de unidad y comunión en nuestra vida cotidiana. La plenitud de la Eucaristía sólo se realiza cuando vivimos vidas de comunión, unión, reconciliación y paz. Estos “objetivos” son también “el camino”. Debemos SER “Eucaristía el uno para el otro”.

Cada experiencia de división, discusión, conflicto, desunión y desacuerdo, etc. debe considerarse una afrenta a ser “eucarística”.  Unidad y paz; la reconciliación y la solidaridad son los fines hacia los que debemos avanzar como pueblo católico, cristiano y sacramental.

Como padres, como hijos, como cónyuges/esposos, como hermanos, como parientes, como ciudadanos, como colegas, como compañeros de cuarto, como compañeros de trabajo, como feligreses, como personas de fe, etc., debemos estar dispuestos a enfrentar nuestras experiencias de desunión y trabajar hacia remedios.

      Tendremos que ser lo suficientemente humildes como para admitir nuestra propia culpa, pedir perdón y, a veces, con gentileza para ayudar a otros a ver sus faltas.

Lo que no debe suceder es intentar “ganar todos los argumentos”. ¡Vea arriba! “Ganar” no es una meta de la Eucaristía. La coexistencia pacífica es un objetivo que se logra a través del valioso trabajo de reconciliación. Tal trabajo es “Eucarístico”. ¡Seamos eucarísticos juntos!

¡Dios perdona! ¡Arrepintámonos!

Paz, P. Andy