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Autor: Aidee Boesen

Reconozcamos Al Otro Como Hermano y Hermana.

Pronto Febrero estará aquí. Ese mes estamos invitados a tomarnos un tiempo especial para recordar la historia de los negros. Para algunas personas no se trata tanto de recordar, sino de aprender por primera vez. Y, no honramos la historia de los afroamericanos como si fuera más importante que la historia de otras razas o etnias. ¡No!, Nos centramos en la historia de los negros porque durante tanto tiempo esa historia fue pasada por alto, mal representada y abiertamente suprimida. La historia de un pueblo que fue esclavizado, y luego contra el que ha habido décadas de discriminación y racismo absoluto, necesita ser aprendida y recordada. Entonces podemos avanzar, honestamente, habiendo admitido lo bueno, lo malo y lo neutral con respecto a nuestra historia como pueblo en su conjunto.

Como cité en el boletín de la semana pasada, la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB) ha escrito sobre el pecado del racismo y sus efectos perjudiciales en curso en nuestra nación. En Abramos nuestros corazones: El incesante llamado al amor – Carta pastoral contra el racismo, (2018), los obispos ofrecieron algunas definiciones que nos ayudan como cristianos católicos:

“El racismo surge cuando —ya sea consciente o inconscientemente— una persona sostiene que su propia raza o etnia es superior y, por lo tanto, juzga a las personas de otras razas u orígenes étnicos como inferiores e indignas de igual consideración. Esta convicción o actitud es pecaminosa cuando lleva a individuos o grupos a excluir, ridiculizar, maltratar o discriminar injustamente a las personas por su raza u origen étnico. Los actos racistas son pecaminosos porque violan la justicia. Revelan que no se reconoce la dignidad humana de las personas ofendidas, que no se les reconoce como el prójimo al que Cristo nos llama a amar (Mt 22:39), (p.3-4)

En esa declaración, los obispos nos han ayudado a nombrar lo que es racista, y lo han hecho enraizando la definición en la persona de Cristo y su llamado al amor. Es un valor de la fe cristiana que reconozcamos al otro como hermano y hermana.

     En nuestra comunidad local, y especialmente aquí en St. Willebrord, podemos ser líderes para llamar la atención sobre las formas en que todavía existen prácticas racistas y discriminatorias. Haremos bien en aprender sobre la experiencia vivida de nuestros hermanos y hermanas que se sientan en las mismas bancas que nosotros. Los obispos ofrecen algunos ejemplos de acciones racistas: Con demasiada frecuencia, personas hispanas y afroamericanas, por ejemplo, enfrentan discriminación en la contratación de empleos, la vivienda, las oportunidades educativas y el encarcelamiento. (p. 4).

¡Dios perdona! ¡Arrepintámonos! 

Paz, P. Andy