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Autor: Aidee Boesen

Nos Convertimos en el Cuerpo y la Sangre

Un día compras un boleto de lotería con algunos números seleccionados al azar. Es un boleto de Powerball que cuesta $2.00. El boleto parece ser como todos los demás boletos. El día que compraste el boleto, tenia un valor de $2. Más tarde, el boleto todavía está en la mesa de la cocina, escuchas los números ganadores de la lotería y tu boleto es el ganador. El boleto no cambió su apariencia, pero ahora no es solo un boleto de $2 que compraste, sino un boleto con valor multimillonario. Recibirá millones de dólares cuando lo presentes a las autoridades. 

Muchas personas compran boletos de lotería con la esperanza de que su boleto “cambie” y sea reconocido como el “ganador”, si tan solo correspondieran los números correctos. Y, sin embargo, hay católicos que no creen que Dios, habiendo visto y escuchado las oraciones genuinas y determinados recuerdos de la gente, pueda cambiar lo que aparece como pan y vino, ¡en el Cuerpo y la Sangre de Cristo!

Dios puede hacer que dicho cambio suceda y de echo así lo hace. Jesús ordenó que recordáramos su vida entera, su ejemplo, sus enseñanzas y sus relaciones a través de una comida compartida. Nos invitó a recordarlo participando en la Eucaristía. Y nosotros, como creyentes, mediante nuestra participación plena, activa y consciente, colaboramos con Dios en este milagro. ¡Y recibimos el milagro! ¡Y nos convertimos en el Cuerpo y la Sangre de Cristo! 

Cuando hablo con los niños que se están preparando para la Primera Eucaristía y a sus padres y padrinos, les recuerdo que “primera” es una indicación de que habrá una “segunda” y muchas más, incluso una VIDA de Eucaristía. No dejamos de crecer y aprender después de la Primera Comunión.

Cada vez que experimento la Eucaristía, estoy experimentando y recibiendo algo nuevo. Lo “nuevo” esta en la comunidad en la que estoy rezando a Dios y adorando a Dios. Cada uno de nosotros es una persona nueva, aunque parezcamos iguales desde la última vez que celebramos la Eucaristía. Hemos vivido, amado, hemos sido amados, hemos perdonado, hemos sido perdonados, hemos sufrido, disfrutado, luchado y tuvimos éxito. Nunca somos los mismos de un momento a otro. Tanto los cambios pequeños como los grandes pueden ocurrir en cualquier momento. Aprendemos y crecemos en sabiduría de diversas maneras, a veces profundamente, a veces un poquito. Cada vez que celebramos la Eucaristía, tenemos la oportunidad de encontrarnos con el Otro (o sea Dios), y al otro (nuestro prójimo) y a nosotros mismos nuevamente.

Ven a la Eucaristía con esperanza, atención, anhelo y con tu debilidad, si te sientes débil, o con tu poder si te sientes poderoso. De cualquier manera que puedas, ven a ser alimentado y a alimentar a otros. ¡El pan y el vino son para que seamos fortalecidos, porque ellos son y nosotros somos, el Cuerpo y la Sangre de Cristo!

Paz, P. Andy