Skip to main content

Autor: Aidee Boesen

¡Conviértete en lo que comes y bebes!

Un niño ve a otro niño caerse y va a ayudarlo a levantarse. Un nadador se tambalea en el agua y una persona que pasa por allí no lo duda. Salta al agua para tratar de ayudar. Un nuevo estudiante en la escuela secundaria local está siendo acosado y otro estudiante se acerca para apoyar al estudiante acosado, ofreciendo fuerza y solidaridad. Un inmigrante recién llegado está en una tienda tratando de comprar algo de mercancía necesaria, pero está teniendo dificultades comunicándose con el cajero. Una persona bilingüe se ofrece para traducir. Una enfermera y un conserje están llegando al final de un largo turno en el departamento de emergencias. Se ven, sonríen y se despiden sabiendo que han compartido el trabajo por el bien de los demás. Un grupo de personas están conversando cuando comienzan a chismear sobre alguien que no está presente. Un hombre los invita a detener tales chismes. Ellos siguen hablando mal de la persona ausente y el hombre abandona el grupo. Le dice al grupo que no participará en esa platica.

Las acciones útiles y ejemplares mencionadas anteriormente son ejemplos de la “presencia real” de Cristo. ¡Estas personas están demostrando la Eucaristía viva!

       En los Evangelios y en la celebración de la Eucaristía en la Misa, escuchamos las historias del ministerio y las enseñanzas de Jesús. Recordamos lo que enseñó a otros con su extraordinario ejemplo. Intentamos recordar su vida recordando su sacrificio final, su pasión, su muerte Y su resurrección. Invocamos el poder del Espíritu Santo para cambiar los dones del pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Al recordar y orar, ¡Dios hace que la transformación suceda! 

       En la Eucaristía, hacemos lo que Jesús nos mandó hacer a través de los apóstoles, y a través de Dios, el milagro ocurre. Es una maravilla, un evento poderoso, un recuerdo intencional de Jesús el Cristo que hace que lo que sucedió hace mucho tiempo, suceda AHORA. Toma y come mi cuerpo. Toma y bebe mi sangre. ¡Recuérdame! ¡Conviértete en lo que has recibido! ¡Esta es la presencia real de Cristo!

       “Santifica estos dones con la efusión de tu Espíritu”. “La efusión de tu Espíritu,” es como la caída del rocío. Nos recuerda el maná que apareció en el desierto, misteriosamente, en silencio, pero verdaderamente. La ciencia puede explicar cómo se forma el rocío, pero para el ojo humano es una maravilla, un milagro. Nos acostamos y la tierra está seca, y sin que caiga lluvia nos despertamos para encontrar hierba y hojas húmedas. No vi cuando sucedió, ¡pero SUCEDIÓ!   

       ¡Conviértete en lo que comes y bebes! ¡Sé el Cuerpo y la Sangre de Cristo que has recibido! ¡Ustedes son reales! ¡La presencia de Cristo en la Eucaristía, y en ustedes, es real! ¡Créanlo!  

Paz, P. Andy