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Autor: Aidee Boesen

Mamás, Vivas Y Fallecidas

¡Feliz Día de la Madre a todas nuestras madres, vivas y fallecidas! Dar a luz a un niño es un gran regalo en sí mismo. Madres y padres colaboran con Dios, nuestro Creador, para traer nueva vida al mundo. Por ese don debemos estar agradecidos a nuestras madres (y padres).

La infancia es un tiempo de dependencia total y requiere una respuesta generosa de las madres y los padres. Los padres conocen algunas partes de lo que deben hacer y aprenden otras. Deben estar atentos a todas las necesidades del bebé. Entonces, se lleva a cabo una gran transición a medida que el bebé se convierte en un niño pequeño. Los padres ahora deben enseñar al niño a ir más allá de la dependencia total de los demás. Tendrán que enseñar al niño sobre la interdependencia y la autosuficiencia.

Una complicación en este proceso es nuestra tendencia humana hacia la envidia. Debemos ser conscientes de que los deseos de los demás de poseer cosas y estar en relaciones con ciertas personas, estimulan en nosotros deseos similares de tener esas cosas y estar en tipos similares de relaciones. Tenemos que enseñar a nuestros hijos a formar sus propios deseos basados en metas buenas, caritativas, generosas y desinteresadas.

Como cristianos católicos tenemos un ejemplo desde el cual comenzar nuestra enseñanza. El ejemplo es Jesucristo. Él era el que no tenía envidia en él. Sólo quería hacer la voluntad de su padre. La voluntad de su Padre era, y sigue siendo, amar a los demás. Se nos enseña, incluso se nos manda, a amarnos unos a otros como Jesús amaba. Amaba sin necesidad de poseer, ni personas ni cosas. Sólo quiere que amemos de esa maravillosa manera de ágape.

Ayudar a los niños a reconocer su dignidad dada por Dios, a pesar de lo que tienen, o las condiciones en las que viven, es quizás el mayor desafío. Enseñar a un niño a ser agradecido, desinteresado, compasivo, comprensivo y amable es lo que esperamos que hagan los padres. Algunos padres tienen dificultades para enseñar bien estas lecciones porque no las aprendieron muy bien. Además, los padres sufren de las malas influencias de otros niños y adultos que forman parte del mundo de un niño. Deben responder a las preguntas del niño acerca de por qué otros niños tienen cosas, o viven en ambientes, diferentes de los suyos. Hay diferencias en los valores y en las condiciones económicas y sociales sobre las cuales los padres deben enseñar a sus hijos.

Cuando las madres, los padres y otros adultos influyentes viven un amor ágape, centrado en Cristo, demuestran amor no envidioso. Esto es difícil porque gran parte del mundo está orientado a poseer personas y cosas. Con demasiada frecuencia, medimos nuestra vida en comparación entre nosotros en lugar de evaluarnos de acuerdo con el ejemplo de Cristo.

María, nuestra Madre y madre de Jesús, tuvo gran éxito en enseñar a su hijo a hacer la Voluntad de Dios. Que las madres, ahora y para siempre, busquen ser como Jesús, como María nuestra Madre le enseñó y como ella nos enseña.

Paz, P. Andy