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La Presencia del Dios-hombre en la Tierra

¡Jesucristo ha resucitado, Aleluya!  ¡En verdad, Resucitó, Aleluya!

¡Felices Pascuas!  Me gustaría repetir un par de cosas que escribí después del trágico asesinato de estudiantes y maestros en Texas el 24 de Mayo. En primer lugar, escribí: “Oro para que Dios esté con la gente de Uvalde, Texas, y todos aquellos que han sido traumatizados nuevamente por un tiroteo que no tiene sentido. De hecho, ¡Dios está allí! Dios está en la compasión compartida entre las personas, en el consuelo amoroso ofrecido a los afligidos, y en la esperanza de un mundo mejor”. Al final de mi reflexión agregué: “Dios ha estado, esta ahora y estará con la gente de Uvalde, Texas; Buffalo, Nueva York; y cualquier otro lugar donde vivan las criaturas de Dios. Dios estará con nosotros a través de todo. El desafío para “nosotros” es reconocer que solo hay “NOSOTROS” y que no hay “ELLOS” ante los ojos de Dios.

Nunca estamos separados del amor de Dios. San Pablo escribe en su carta a los Romanos, “Yo sé que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni las fuerzas del universo, ni el presente ni el futuro, ni las fuerzas espirituales, ya sean del cielo o de los abismos, ni ninguna otra criatura podrán apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor,” (8,38-39). Estos versículos indican la grandeza del mensaje de Cristo. La presencia del Dios-hombre en la tierra, en la historia, es el gran recordatorio de la íntima cercanía de Dios hacia nosotros. En estos últimos días de la temporada de Pascua, las Escrituras que la iglesia ha elegido repiten los temas de la unidad en Dios, y entre Dios y la humanidad.

Debido a esa unidad en Dios y entre nosotros, debemos buscar la unidad entre nosotros como raza humana. Para nuestro propio daño, permitimos que la “diferencia” sea un obstáculo en las relaciones humanas. No debe ser así, o terminaremos en completo desorden, caos e incluso violencia. ¡AFORTUNADAMENTE,

CADA UNO DE NOSOTROS ES ÚNICO! Regularmente, le recuerdo a la congregación en mi predicación acerca de esa verdad. Somos amados, únicamente, por Dios. Amamos a los demás, de manera única, como somos. No todos somos “idénticos”, pero todos somos iguales ante los ojos de Dios. ¿Por qué entonces buscamos hacer la “diferencia” para ser tan importantes? ¡Nuestra igualdad es lo más importante!

Padres y otros adultos, debemos enseñar a los niños a no dejar que una diferencia se convierta en la razón de la separación, o la intimidación, u otros tipos de acoso. Si los adultos nos burlamos, nos reímos y criticamos a los demás debido a las diferencias que creemos que notamos, nuestros hijos aprenderán rápidamente a hacer lo mismo. Jesús nos enseña de otra manera. Da la bienvenida a los diferentes como pecadores, leprosos, pastores, mujeres de mala reputación, publicanos, el ladrón en la cruz, etc. Los “forasteros” son personas claves en su vida y enseñanzas, por ejemplo, los Reyes Magos, el samaritano y el hijo pródigo. Celebremos nuestra singularidad como hijos amados de Dios.

¡Jesús ha resucitado, Aleluya!

Paz, P. Andy