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Lleve Las Palmas Benditas Con Dignidad y Reverencia

Nuestra experiencia de Cuaresma nos ha traído a esta semana: “Semana Santa”. Esta semana se llama así, no porque haya más gracia o bendición disponible, sino más bien porque estamos invitados a participar en los eventos que ya nos han hecho santos.  

Jesús pasó la mayor parte de sus días entre la gente sencilla. Lo encontraron fascinante y su mensaje los atrajo y los hizo felices. Les encantaba ver a los leprosos sanados, a los sordos dándoles audición, a los ciegos dándoles vista, a los cojos la capacidad de caminar, a los que estaban paralizados la capacidad de moverse de nuevo, y el ESCUCHAR de la Buena Nueva del deseo de Dios para la salvación de todos.

La gente común de la época admiraba la disposición de Jesús para tocar a los enfermos, de hablar con los ancianos, de acoger a los forasteros como los samaritanos, y su inclusión de las mujeres en su grupo de discípulos. Sobre todo, la gente experimentó asombro por la libertad de Jesús para perdonar pecados, para alcanzar a los pecadores, para pasar por alto el pasado e invitar a la gente a un nuevo futuro como la mujer sorprendida en adulterio a quien algunos querían apedrear. Jesús le dijo que se fuera y que no pecara más. ¡Qué liberación!  

El Domingo de la Pasión o Domingo de Ramos nos invita a “entrar” en los últimos días con Jesús. Somos bienvenidos a estar a su lado mientras enfrenta la situación en Jerusalén. Jesús halla un liderazgo deficiente y una falta de enfoque en lo que Jesús ha estado diciendo a la gente que más importa: ¡el perdón y la misericordia de Dios! Dios ha hecho posible sanar, reconciliar y superar el pasado.

La iluminación y la educación que hemos recibido deben ser bien utilizadas para el bien de todos. Las personas pobres y sencillas, aquellas a las que a menudo se les muestra o se les dice que no son dignas de la gracia y el amor de Dios, deben escuchar la bondad y el amor de Dios.  

Que estos días santos antes de Pascua nos traigan consuelo, sanación, iluminación, libertad y, sobre todo, perdón. 

Que sostengas y lleves las palmas benditas con dignidad y reverencia como un recordatorio de los grandes eventos de la vida de Jesús.

Paz, P. Andy