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Arraigado En El Ágape (Amor Desinteresado)

Hace cuatro años, después de las elecciones de 2016, hubo aplausos y llantos en partes de nuestras comunidades locales y nacionales. Mientras que algunos votantes se emocionaron por la elección de Donald Trump, otros estaban preocupados por las cosas que había dicho durante su campaña, incluyendo el carácter de nuestras hermanas y hermanos hispanos que emigraron a los Estados Unidos.

Mientras escribo esto, varios días antes de las elecciones, me preocupa la respuesta postelectoral del pueblo. He rezado en todas las Misas para “elecciones justas y resultados pacíficos”, así como para que la gente de este país “hagan que nuestros funcionarios electos mantengan su responsabilidad” y para que gobiernen a TODAS las personas y vivan a la vanguardia del llamado al servicio público. El “servicio público” es el objetivo final de la elección de un candidato. Es el servir a toda la población que representa. Un presidente, los senadores y los representantes son parte de un cuerpo nacional de líderes, y como tal, estos servidores públicos deben considerar lo que es mejor para todo el país a medida que deliberan y legislan. El servicio público no se trata de “mi público”, sino del público en general.

Como ciudadanos y participantes interesados en la gobernanza de este país, debemos ser capaces de ver también un panorama más amplio. Elegimos servidores públicos para servir al público, no sólo a mí/ nosotros. Necesitamos evaluar la capacidad de un funcionario electo para mantener una perspectiva equilibrada sobre los temas. Esa no es una tarea fácil.

El liderazgo tampoco deja lugar al egoísmo ni al auto-enriquecimiento. Esto es lo opuesto al servicio público. No debemos aceptar ese egoísmo como “el costo” de la democracia. Los servidores públicos pueden hacerlo mejor y deben hacerlo. Deseamos un espíritu de generosidad en todos los que se den a la elección. Sin evidencia de entrega y generosidad, no debemos permitir que ningún candidato se sienta cómodo en su campaña.

Nuestro país y el mundo se enfrentarán a los efectos en curso de COVID-19 durante al menos un año después de las elecciones. Necesitaremos que los servidores públicos se mantengan centrados, no en sí mismos, ni simplemente en la política partidista, sino en el bien común. El bien común es un principio evangélico arraigado en el ágape (amor desinteresado). Se refiere a la aspiración de que cada persona tenga acceso suficiente a los bienes y recursos de la sociedad para que puedan vivir una vida plena y fácil. Los derechos del individuo a las posesiones personales y los recursos comunitarios deben ser equilibrados con las necesidades de los desfavorecidos y desposeídos. Se alcanza el bien común cuando trabajamos juntos para mejorar el bienestar de las personas en nuestra sociedad y en el mundo en general.

Paz, Padre Andy