Unidad y Paz – Sana y Transforma
El Adviento es uno de los dos períodos en el año de la Iglesia cuando enfatizamos nuestra necesidad de la misericordia y el perdón de Dios, y nuestra necesidad de arrepentirnos y reconciliarnos (la Cuaresma es la otra). El deseo de Dios por nuestro bien necesita ser igualado por nuestro deseo de liberación de nuestro pecado y culpa. Al promover los temas del Adviento de anhelo, expectativa y esperanza, buscamos fomentar una relación viva con Dios que sana, fortalece y da vida.
El Adviento es una temporada corta, de solo cuatro semanas. Tiene dos partes: Adviento I – sobre la realización de la esperanza de la segunda…el cumplimiento de la expectativa de la segunda venida de Cristo; y el Adviento II – la anticipación de la celebración del Nacimiento de Cristo. En el Adviento I, que termina el 16 de diciembre, las lecturas de las Escrituras nos ofrecen imágenes de las profecías del Antiguo Testamento sobre la venida de un Mesías, un Salvador, un pacificador, etc. Los Evangelios también ofrecen imágenes de la segunda venida y la victoria final de Dios sobre la muerte.
El Adviento II ofrece imágenes del nacimiento de un salvador, un libertador. En esta segunda parte del Adviento escuchamos las historias de los nacimientos de grandes personas en la historia de Israel. También oímos hablar de Juan el Bautista y sus padres, Zacarías e Isabel. Oímos hablar de la Anunciación del ángel Gabriel a María de que ella daría a luz a un Salvador llamado Jesús, y oímos hablar de su relación con José. Debemos conocer estas Escrituras y contar las historias a nuestros hijos y a los demás. Debemos continuar fomentando tradiciones llenas de esperanza y luz en medio de la oscuridad invernal. ¡Tales acciones son las de un pueblo esperanzado y expectante!
¿Cómo podemos prepararnos? ¡Lee las Escrituras! ¡Crea tus coronas de Adviento y enciende las velas! ¡Preparad vuestras mentes y corazones con oración! ¡Busca la reconciliación y la curación a través de los Sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía! Trate de sanar sus relaciones rotas con familiares, amigos, compañeros de trabajo, personas en la iglesia e incluso extraños. Este es un tiempo de plenitud, de preparación, de hacer las cosas completas.
En tus preparativos para celebrar el Sacramento de la Reconciliación no pienses sólo en tus pecados. Recuerda lo que Dios desea: ¡que todos sean uno! Dios quiso desde el principio que hubiera unidad en el mundo, entre mujeres y hombres de cada tribu, idioma y nación.
Que nuestros esfuerzos de Adviento se centren en la unidad y la paz que sana y transforma lo que está dividido y en conflicto. ¡Ven, oh ven, Emanuel!
Paz, P. Andy